Suele suceder que los primeros en no creer en nuestros hijos somos nosotros los padres; y en otras ocasiones, ni ellos mismos creen en su capacidad; incluso es posible que en ese momento no sean capaces.
Nuestros hijos tienen muchas variables en contra que les pueden impedir que lleguen a desarrollar toda su potencialidad.
Sabemos que están en continua formación y creer en ellos es la mejor herramienta, si no la más potente, para ayudarles a conseguir su óptimo desarrollo.
Hay que introducir en sus vidas la confianza, las segundas oportunidades y construir un escenario donde nuestros hijos se visualicen logrando el éxito. Si tú crees en tu hijo el creerá también en sí mismo.
Si no confías en él, déjale actuar porque los errores son una magnífica oportunidad para aprender. La confianza permite analizar con tu hijo cada crisis, ayudándole a definir los problemas, buscando soluciones, alternativas y sabiendo que tiene talento para encontrarlas. Esta es la confianza que crea y enriquece a todo niño.
Cuando un niño no sabe detectar su propio error, el que realmente le está causando las consecuencias negativas, no pondrá las soluciones necesarias para no repetirlo.
Hay que hacer las preguntas necesarias para que defina donde está el problema y así buscar las soluciones acertadas. Debemos confiar en su capacidad de discernimiento para solucionar problemas. Y si no puede o no sabe, la solución no es retirarle tu confianza ni castigarle sino desarrollar y mejorar en él las capacidades cognitivas que necesita.
La confianza hacia nuestros hijos es primordial y una herramienta pedagógica necesaria para construir bases sólidas para el buen desarrollo de sus capacidades.