Desde siempre he estado directamente relacionado con el deporte y la juventud:
Por un lado, por haberlo practicado y competido en casi todas las etapas de mi vida, pero también por haber vivido muy de cerca el deporte de mi hijo. Por otro, ese mismo deporte de mi hijo, así como, mi dedicación profesional, desde hace más de veinte años, al coaching y psicoterapia de adolescentes me han permitido tener una relación muy cercana con la juventud, en especial, la de hoy.
En un primer momento, me resultaba chocante cuanta incidencia de baja autoestima había entre ellos. Tras muchos años de conocerles, analizarles, estudiarles, entenderles y, sobre todo, querer ayudarles a salir de ese pozo he podido llegar a algunas conclusiones.
Creo que, sin entrar en los motivos que serían objeto de otro artículo, todos convendremos que la adolescencia se ha prolongado y fácilmente diría que llega hasta los 25 años en muchos casos.
Dicho esto, también creo conveniente resaltar que la adolescencia es un período crítico en la formación, no sólo de la personalidad, sino también del apego, de la forma de relacionarnos, de la manera de ver la sociedad, el mundo y hasta la propia vida.
Este periodo de nuestra vida se caracteriza por ser nuestra apertura al mundo exterior, al mundo que esta fuera la propia casa y de la propia familia. Se empiezan a conocer otras familias con otras maneras de hacer, de tratar de comunicarse y de relacionarse. Un nuevo mundo de personas que se rigen por otras normas distintas a las de casa. Un período importantísimo en nuestra socialización.
Nuevas influencias, contactos, informaciones conviven o se contraponen a nuestras creencias y valores aprendidos en la infancia.
Esto ha ocurrido desde siempre en esta etapa de la vida pero lo curioso es haya tanta incidencia hoy en día entre la juventud.
La baja autoestima de los adolescentes puede estar empezando en casa
Y las preguntas que deberíamos hacernos es:
¿Estamos educándoles bien? ¿Qué está fallando? ¿Por qué chicos y chicas de hoy que lo tienen todo presentan autoestimas tan bajas? ¿Por qué caen tan fácilmente en la frustración? ¿Por qué se valoran tan poco? ¿Por qué caen tan rápidamente en ansiedades y depresiones? ¿Por qué teniendo mucha mejor vida que sus padres o sus abuelos tienen tan mala actitud o falta de alegría? ¿De dónde nacen tantas inseguridades?
Entre los muchos motivos que podríamos citar como posibles causas hay uno en concreto que salta fácilmente a la vista:
Se está educando a los niños de tal modo que crecen con la falsa idea de ser el centro del mundo. Hablando de generaciones anteriores podemos estar de acuerdo en que un niño ha sido un protagonista especial dentro de la familia desde su nacimiento.
Siempre traen alegría la casa (“viene con un pan bajo el brazo), traen realización a la pareja de padres (“un nuevo miembro en la familia”), los abuelos veían la continuación de la familia e incluso del ¡¡¡“apellido”!!!, los padres tienen una nueva motivación para seguir adelante con sus propias vidas (“una boca más que alimentar”) y una larga lista sentimientos y sensaciones gracias al recién llegado. Incluso en el entrono más rural eran necesarios para poder ayudar a los padres en el campo (“dos brazos más para labrar la tierra”) o en muchasotras tareas necesarias para el mantenimiento de la familia.
Hoy por el contrario y probablemente por el estilo de vida que se lleva, se les dedica menos tiempo educación efectiva, se les llena de actividades extraescolares, pasan mucho tiempo con asistentas del hogar, se está en la creencia de que hay que dejarles hacer lo que quieran para no coartar su personalidad, se gastan ingentes cantidades de dinero en regalos tecnológicos y juguetes (consolas, teléfonos móviles, ordenadores), la reposición de algo que se estropea o se rompe es inmediata bajo la filosofía actual de que es más caro reparar que comprar nuevo, se les permite interrumpir cualquier conversación entre adultos y tantas otras cosas.
Todo ello lleva a que el niño/a crece creyendo ser el centro del mundo y que “lo primero soy yo”. Como es lógico eso les hace crecer en un egocentrismo que cuando llegan a la adolescencia y empiezan a enfrentarse al mundo se dan cuenta de que lo que creían no es cierto. La realidad, la sociedad y sus propios pares les hacen dar cuentas a buenas o a malas que “no son el centro del mundo”.
Es entonces cuando empieza el camino hacia la baja autoestima, el retraimiento, la falta de asertividad y la frustración. Una muy mala combinación para encarar esa etapa en que la gran asignatura es la socialización, el contacto con los demás, las nuevas amistades y los nuevos aprendizajes.
Todo ello con un agravante y es que sus padres están igual de egocentrados que ellos con lo cual el concepto de amistad que en esa etapa debería ser primordial, empieza a resquebrajarse y con ello, aumentan sus inseguridades y su sentimiento de soledad el colegio, el instituto o incluso la Universidad.
¿Como ayudar a un adolescente con baja autoestima?
Un cambio en esta materia empieza a ser urgente y, probablemente, debe empezar desde la niñez y en casa o de lo contrario nos encontraremos con una generación que se siente poco capaz, poco segura y que no tiene valores seguros sobre los que apoyarse,
En consulta de psicologia para adolescentes , tratamos habitualmente el tema de la baja autoestima con la terapia cognitivo-conductual.
En función de cada caso y después de una evaluación personal de cada chico chica tenemos también nuestro programa ALCANZA TUS METAS, donde uno de los objetivos es la plena confianza en las habilidades de los jovenes, potenciando las que tienen y proporcionando herramientas para reforzar las que les faltan.